En la década del 30, un entrenador sueco llamado Gosse Holmer buscó mejorar la metodología con la que entrenaban los corredores de su país. Sus reflexiones anclaban sobre todo en una filosofía: el atleta debe ser libre de crear por sí mismo un entrenamiento que se adapta a su propia individualidad. Debe aprender a poner en la recta sus propios recursos y condiciones, sus deseos o ganas de cada día e inclusive la temperatura, humedad y desnivel que le toca enfrentar cada día. Holmer concibe un atleta creador.
Este principio conduce al atleta a aprovechar los recursos a su alrededor:
El terreno nevado es propicio para el fortalecimiento de los músculos
Los campos cubiertos de musgo permiten la recuperación luego de la sesión más fuerte (corriendo descalzo). Los árboles caídos son oportunos obstáculos que pueden ser saltados. Las ramas a alturas accesibles permiten ejercicios de tracción con los brazos. Los terrenos muy rocosos son oportunidades notables de saltar en forma continua
En la práctica, este estado “natural” concebido por Holmer no implica una libertad total. Con el tiempo, el fartlek se fue haciendo más “codificado”
Las siguientes etapas son un ejemplo de una sesión de fartlek:
-Trote lento (footing) de precalentamiento
-Ejercicios de saltos y de tracción, previstos o improvisados en función de las oportunidades del terreno
-Una o dos corridas manteniendo una velocidad regular con independencia de los desniveles del terreno
-Algunas pasadas de uno a dos minutos, con el objetivo de aumentar la velocidad
-Breve recuperación trotando lento o caminando
-Una decena de esprines cortos (50 metros) con recuperación activa
-Recuperación durante algunos minutos
Todo lo anterior se repite para que la sesión dure aproximadamente una hora
La organización y el control del entrenamiento no estaban ausentes del sistema ideados por los suecos. Se lo vuelve a encontrar en los planes elaborados por el entrenador Gösta Olander en un centro de entrenamiento ubicado en lo más profundo de Suecia, de nombre Volodalen.
Entre los años 40 y 50, Olander transformó un hotel perdido en la profundidad de la Suecia salvaje, en el centro de entrenamiento más destacado del mundo para corredores.
Gösta Olander entrenó allí a nombres que quebraron muchos récords como Haegg, Anderson y Strand entre otros. Se transformó en el “gurú” de la época. La elite del mundo viajaba a Suecia a beber sabiduría en sus fuentes
Vololaden no solo era un lugar lejos de todo establecimiento humano y por tanto unía ampliamente a los corredores con la naturaleza, también disponía de terrenos variados para facilitar el entrenamiento (arena en las orillas de los lagos, campos de musgo, senderos cubiertos de nieve durante el invierno, colinas, bosques) así como aire puro y comida sana. A esto se sumaba la posibilidad de practicar ski de fondo, sauna y oportunidades de controlar tiempos y velocidades mediante senderos marcados de 400 y 220 metros.
Todo esto en su conjunto conformaba el cuadro ideal para que los corredores dieran lo máximo de sí mismos, respetando su individualidad y permitiendo al entrenador verificar los progresos alcanzados
En lo que respecta al ejercicio de refuerzo muscular y contrariamente a lo que podría pensarse basándose en lo ya expuesto respecto del entrenamiento aeróbico, el fartlek sueco es un procedimiento de entrenamiento particularmente duro.
Según Gosse Holmer, lo que cuenta para determinar la intensidad del esfuerzo, es que al fin de la sesión el atleta tenga la sensación de haber sido estimulado sin sentirse agotado. Debe conservar las ganas de hacer una serie más, de retomar el entrenamiento del día siguiente.
En los años 40 surgiría un nuevo avance, construido sobre fundamentos bien diferentes
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